jueves, octubre 23, 2008

El corredor de la muerte

Anoche no podía dormir, así que encendí la tele. Tras pasear brevemente por esos concursos telefónicos que han dado en ponernos ahora en casi todas las cadenas (otro día me cebaré con ellos, que da para eso), recalé en la 2 y vi un documental llamado "La espalda del mundo". Estaba terminando un reportaje sobre la diputada kurda Leyla Zana, y empezaba otro sobre el corredor de la muerte en Texas, que me puso los pelos de punta. Si antes estaba en contra de la pena de muerte, ahora me reafirmo en mis opiniones.


Me perdí los dos documentales anteriores, pero La Vida, el del corredor de la muerte, lo vi enterito. Bajo el hilo conductor de un condenado a muerte llamado Thomas Miller, negro por más señas, se nos introduce en los entresijos de semejante práctica. Me gustó porque presenta todos los puntos de vista: el del alcaide, el del capellán de la cárcel, el de los familiares del reo, el de los familiares de las víctimas y el del condenado. Thomas nos dice que ha conocido a 120 ejecutados, y que él mismo ha recibido unas diez veces su fecha de ejecución. En un momento dado, dice llorando: "Me condenaron por asesinato y robo en un hotel. Siempre he defendido mi inocencia, pero en el sistema da igual que seas culpable o inocente; basta con dar el perfil". Más tarde dice: "Creo que cuando muera iré al cielo, porque en el infierno estoy ahora". Oyéndolo hablar, uno se da cuenta de los horroroso que debe de ser estar en el corredor de la muerte. Miller nos cuenta cómo se comportan los presos en el día a día, cuando uno de ellos va a ser ejecutado...se ponen los pelos como escarpias.

Otro punto de vista es el de los familiares de los presos, que luchan en su pequeña asociación contra la pena de muerte, y cada vez que hay una ejecución se manifiestan. Me llamó particularmente la atención la declaración de un señor mexicano, abuelo de un condenado. Viajan desde México a Texas para reunirse con los familiares y manifestarse, él y su hija, la madre del condenado. El pobre señor decía: "Yo soy un hombre de edad. Quizá muera antes de que a él lo ejecuten. Prefiero estar muerto antes de su ejecución". Otra señora reconocía la culpabilidad de su esposo, pero rechazaba el degradante trato de su ejecución en la silla eléctrica: "Tuvieron que romperle las articulaciones porque la electricidad se las había soldado y no cabía en el ataúd".

También habló el padre de una de las víctimas de la matanza de Oklahoma, diciendo que no quiere la pena de muerte para el asesino de su hija, ya que ella dijo que esa práctica es inútil y sólo sirve para generar odio. Otros la defendían a capa y espada.

Recuerdo lo mal que lo pasé viendo La Milla Verde (no terminé de verla), pero este reportaje me ha puesto peor cuerpo y me ha indignado más. Aunque no sólo es indignación, es horror y es tristeza porque a las alturas de la vida en que estamos sigamos condenando a muerte a seres como nosotros.

viernes, octubre 17, 2008

Un poco de humor, que hoy es viernes

Forges es lo mejor.Y además, esta viñeta me toca de cerca.

jueves, octubre 16, 2008

Errore, errore...

Buscando materiales para los nenes, me he encontrado este mapita de Grecia. No podía creer lo que veían mis ojos. Busquen el error y juzguen. A mí me parece un mapa hecho por estadounidenses.

viernes, octubre 10, 2008

Lo he encontrado en un libro

Son aquellas etiquetas de Disney que no sé de dónde salieron, pero que estuvieron pululando por casa un montón de tiempo. Las utilizaba para poner mi nombre en los libros de texto 7º o de 8º de E.G.B., y como eran tantas, sobraron. Eso me pasa por guardar papelotes de toda laya en mis libros. Aquí están:

Amanece, que no es poco

Es mi hora favorita del día, cuando empieza a haber claridad, pero todavía no ha salido el sol. Lástima que dure tan poco, aunque lo bueno, si breve, dos veces bueno. Me parece una hora mágica del día. Todavía alumbran las candelitas y mi canario empieza a abrir los ojos y a salir de su bolita de plumas. En Herrera del Duque cantaban los gallos a esa hora, un placer que no había vuelto a tener desde mi infancia. Me siento en mi terraza a desayunar mientras veo cómo todo se va poniendo en movimiento: el vecino, que desayuna en el comedor con la tele y las luces aún encendidas; los albañiles que van llegando a la obra; otro vecino pasea al perro; otro, saca al niño envuelto en mantas y dormido para llevarlo a la guardería. Las primeras acciones del día están teñidas de una calma y un silencio que va desapareciendo con las horas.


Hoy hay nubes y tapan la Sierra de Arroyo. Igual llueve hoy. El aire huele a nuevo, parece como si la noche depurase las respiraciones de todo el día.Todavía huele a madrugada y a estrellas, y el gorrión de todos los días salta en la chimenea de enfrente. Las mantas todavía retienen el calor y la casa empieza a oler a café y tostadas.


Me gusta levantarme temprano sólo para disfrutar de esa magia efímera.

miércoles, octubre 01, 2008

De ratones y nenes


Esta mañana me he acordado al despertarme de una poesía de mi libro de lengua de 1º de E.G.B.que todavía recuerdo. Dice así:

Ratoncete era un ratón

muy simpático y travieso

que comía mucho queso,

carne, chorizo y jamón.

Pero un día en que comía

muy feliz y muy contento,

no vio que el gato venía

y el gato allí lo zampó

y aquí se acaba este cuento.

Enseguida iban a publicar ahora esa poesía en un libro de 1º de primaria, qué crueldad, por favorrrr, ¿no? que un gato se zampe a un ratón distraído y que la historia termine abruptamente con el festín del gato. Después de habernos presentado a Ratoncete como un roedor más salao que las pesetas. Y por supuesto, la dieta de Ratoncete es in-con-ce-bi-ble: colesterol y grasas malignas a cascoporro, ¡¡¡pecado, pecadooooorrrrlll!!!. No, ahora Ratoncete comería lechuga, se limpiaría meticulosamente los dientes, como buen congénere de Pérez (cosa que se pasa por alto en el poema)y acabaría yéndose a jugar a la play con el gato. Eso de que un gato mate en una poesía infantil......maloooooo...y esa fulminante manera de acabar la poesía...

Por supuesto, estoy traumatizadísima con la terrorífica historia de Ratoncete. Desde que la leí, mis sueños están poblados de cacerías de gatos y roedores y no pruebo el queso desde entonces. No sea que me coman.