lunes, septiembre 21, 2009

Otoño

Ésta es mi estación favorita. La de las setas, los colores terrosos, la de las hojitas amarillas y rojas, la de la lluvia y las nubes. Escribo esta entrada en plena primavera, a finales de marzo, pero programándola para el 21 de septiembre, porque lo echo de menos. En un sábado de calor y sol, aunque nos habían prometido lluvia, echo de menos como nunca mi otoño. Y así celebro su llegada.










viernes, septiembre 11, 2009

El cumpleaños del patriarca

Hacía como veinte años que no iba al cumpleaños del yayo, porque en septiembre se iban a la playa y yo me quedaba aquí, así que este año, que se han quedado, me fui al campo a su cumple. Y estas son las fotos del evento:

El patriarca
La yaya, que sale toda guapa ella en las fotos.



Las tartas, más ricas...








Soplando las velas.


Los Liberal Brothers, bailando la pelusa a petición del público (el yayo no se lo pensó dos veces, dejó el bastón y a bailar,¡ahí está!).

miércoles, septiembre 09, 2009

Reflexiones con cerveza

Ayer, hablando con Mr. G. alrededor de unas cervecitas sobre el tema de las brujas, decíamos que ni eran tantas ni eran tan malas. Estábamos de acuerdo los dos en que lo que subyace en el tema es el primitivo terror del hombre ante los supuestos poderes mágicos de la mujer como dadora de vida, etc., etc. Que sólo aprovechando la fuerza bruta es capaz el hombre de someterla. Que por ello, tildaban de brujas a parteras y a mujeres que sabían de hierbas, es decir, a mujeres con conocimientos "peligrosos", y libres. Porque, según Mr. G., la mujer, en una situación adecuada, siempre tiene el poder.
Todo esto venía a colación de las cazas de brujas de Llerena, o de las brujas de Ahigal, y parece una idea primitiva. Sin embargo, esta idea tan edadepiedrix permanece en el cerebro de algunas personas hoy. Aún hay hombres que se niegan a que sus mujeres trabajen, hay hombres que pretenden que la mujer deje los estudios cuanto antes y se ponga a parir, que no permiten que salgan solas con amigas...y lo malo es que también hay muchas mujeres que, o piensan igual o permiten que esto suceda. Una amiga de mis tías me dijo cuando era pequeña que no era bueno que fuera muchos años al colegio, que no era bonito que una mujer supiera demasiadas cosas. Años más tarde, otra mujer de mi familia me dijo que las mujeres veníamos a este mundo a servir a los hombres y a obedecerlos. Ni que decir tiene que ante estos comentarios servidora se muere de la rabia.
Recuerdo que hace como tres años, di un curso de comunicación a un grupo de mujeres y chicas jóvenes, la mayoría discapacitadas sensoriales. Aprendimos mucho, nos reímos y lo pasamos en grande. La base del curso estaba en perder la vergüenza para poder salir a hacer lo que yo les mandaba, y lo cierto es que respondieron muy bien. Había una señora ya de cierta edad, muy tímida y con una pequeña discapacidad sensorial, a la que acercaba a su casa en coche al terminar el curso. Me contaba que su marido no estaba muy conforme con que ella lo hiciera, pero que sus hijos ya eran mayores e independientes y ella se aburría en casa.
Al terminar el curso, varios meses después, me la encuentro por la calle con un peinado moderno, varios kilos menos y una sonrisa de oreja a oreja. "He empezado a trabajar", me dijo. "Mi marido no quería, pero qué hago en casa, si se ha jubilado y no quiere salir a ningún sitio". Me alegré muchísimo por ella y así se lo dije. Puede que los contenidos del curso se les hayan olvidado, pero sé que esa señora sacó más fruto que nadie al relacionarse con sus compañeras, más jóvenes, mayores que ella, pero modernas, divertidas y animosas y recibir su influencia.
Y podemos darnos con un canto en los dientes, pero no demasiado, miren a Lubna Husein y a Kartika Sari y a miles de mujeres anónimas, de allí y de aquí. Las que mueren a palos, a tiros o con fuego, y las que esperan recibir latigazos cuando acabe el ramadán, por echarse al coleto una cerveza o vestir unos elegantes pantalones.
A veces pienso que es una batalla perdida, que los niños siguen educándose bajo ideas machistas y preconcebidas y que las niñas siguen soñando con dejar los estudios y casarse. Quizá es que no es una batalla sino una larga guerra que durará por los siglos de los siglos sin que haya vencedores claros. Vamos muy lentos, y me temo que la tan cacareada revolución sexual se ha quedado en una anécdota. Cada vez veo más ignorancia, y me saca de quicio abrir el periódico y encontrarme con noticias como éstas. Que yo pueda llevar vaqueros y beberme unas birritas sin necesidad de que me acompañe nadie, y que Lubna y Kartika tengan que sufrir un castigo por hacer lo mismo me mata. Que violen a una adolescente porque su hermano cometió adulterio con la mujer de otra familia es la gota que colma el vaso de mi entendimiento.
Este espacio mío suele acoger tontunas y cosillas sin importancia, pero hoy lo aprovecho para denunciar todo esto y clamar (¿en el desierto?) contra todos estos desatinos, tropelías, abusos, vergüenzas, injusticias, arbitrariedades, despotismos, maltratos, explotaciones, sinrazones, tiranías y crímenes cotidianos.

martes, septiembre 01, 2009

Estupideces virtuales

Estoy un poco harta de encontrarme en mis redes sociales con mensajes crípticos sin vocales que me cuesta descifrar; con cadenas en mi correo que pregonan estupideces urbanas, panegíricos baratos sobre la amistad con fotos de perritos y, horror, cursilerías y truños en boca de autores de prestigio. Aderezado todo con unas faltitas de ortografía para no ser menos.
Cierto que en la red hay también gente seria, pero el correo electrónico ha desvirtuado el placer de escribir y recibir cartas. Pero a ver quién es el guapo que coge unas cuartillas y después de estar una hora escribiendo, todavía tiene que ir al estanco a comprar sobre y sellos y luego buscar un buzón. Para que luego te llegue una carta que reza: TQM PROSTIIIIIIIIIIII!!!!!!! AXA TÍA KTAL LAS VAKAS? WENO TE DJO K BOY A LA PSCNA KON LA YENI. O similar.
Me pone mala perder el tiempo jugando a colocar vocales y a buscar correspondencias fonéticas para descifrar lo que me quieren decir. Será un argot establecido, pero a mí me ha cogido ya un poco vieja para adaptarme a él. Llámenme arcaica, pero prefiero escribir como dios manda. Y no me apean del burro porque no me da la gana. Y por el móvil, idem, eadem, idem. Y soy rápida, oigan.
En cuanto a las memeces del correo, qué se le va a hacer, con borrarlas nada más ver el título, sobra y basta. Pobre Gª Márquez y pobre Neruda, y pobres otros más que circulan por ahí pregonando trece normas de vida o que sonriamos para poder conquistar a algún incauto que se deslumbre con nuestra dentadura. Y la cantidad de perritos con mirada tristona y orejas caídas que nos avisan de que quien tiene un amigo tiene un tesoro estomaga ya. O los terroríficos cruceros del terror donde demoníacos amantes infectan de sida a adolescentes incautas. O las cadenas que comienzan en el siglo XVII y siguen en internet, impertérritas a pesar de los siglos (curiosamente, todas las empiezan unos monjes o algún noble centroeuropeo), que causaron mil desgracias a algún mandatario sudamericano por ignorarlas. Por esa regla de tres, yo debería andar ya pidiendo limosna por las calles. O esos artilugios tecnológicos que te van a regalar por la cara, o esos vales que te van a dar en el super de al lado si envías unos cuantos mensajes. Y desde hace ocho años estoy esperando la primera factura de hotmail. A ver a dónde me la mandan.
Qué cosas tan cansinas hay en internet. Prefiero abrir el buscador y enterarme de cosas que me producen curiosidad, como el caso de la entrada anterior, de la que ya tengo recopilada un montón de información. Siempre con reservas, claro, no es oro todo lo que reluce, ni toda la gente errante anda perdida.
Y no me considero una internauta sesuda y seria. Tengo mi granjita en Facebook y juego a tontunas de vez en cuanto que prometen que mi cerebro engordará ostensiblemente. Abro galletas de suerte e infortunio que olvido nada más abrirlas. Pero me repatea tanta tontuna que anda suelta por la red. Y aquí me desahogo un poco, aunque en este blog también hay más frivolidades y chocheces de las que permite el buen gusto.