jueves, julio 09, 2015

DESGRACIAS COTIDIANAS (III)

DE COMPRAS.
Hoy he ido de compras. Es lo que tiene el caloret, que la ropa ya no oculta los defectos; por eso, para mí es un suplicio ir a comprar ropa de verano. Tengo un cuerpo que es una alegría (por los c*j*n*s); dentro de los estándares corpóreos que hicieron hace unos años para unificar las tallas, el mío no estaba. Primero pensé que en realidad era un fantasma, y que nadie me lo había dicho para que no me pusiera triste. Luego me pellizqué y descubrí que estaba viva, así que deduje que si mi cuerpo no entraba en lo de pera, manzana y no sé cuál mierdas era el otro estereotipo corpóreo femenil, era que yo había creado un nuevo cuerpo y me creí Frankenstein; pero luego me acordé de que a mí las ciencias se me daban muy mal y que lo único que había logrado trasplantar en toda mi vida fue un recambio de boli. Así que acabé por aceptar que mi cuerpo es un botijo. Aunque no me consuela nada. Un año adelgacé y decidí comprarme un bikini para celebrarlo. Craso error: si quería que la parte de abajo me quedara bien, la parte de arriba me quedaba como si tuviera una inflamación de amígdalas. Acabé por llevarme un entrañable traje de baño de pantaloncito corto, rayas (soy una loca de las rayas) y calabacitas a la cintura.
Otro año adelgacé y me quedé sin culo y sin autoestima, el sueño de mi vida es tener un culo beyoncero y aquel año lo perdí por completo, así que ya no volví a adelgazar nunca más.

Pero decía que hoy he estado de compras,y me he probado media tienda. Primero me probé camisetas de manga corta. Un horror: Me marcan hasta el píloro. Luego pasé a las camisas. Otro horror: los botones pugnan por saltar desperdigados hacia todos los confines de la tierra. Bueno, pues un vestido. Estrecho de arriba y bailón de falda. Sudé a mares mientras intentaba quitármelo en el probador, doblada por la mitad e intentando sacármelo por la cabeza, porque se me encasquetó en el pecho y no salía. Qué claustrofobia más mala pasé. Luego vi unas camisas ideales, pero eran de manga larga. ¿A quién se le ocurre comprar camisas de manga larga para el veranazo extremeño? Si me hubieran dado en el concurso de traslados el instituto de Oslo que pedí, tal vez, pero ¿en Mérida? ¿en serio? 
En fin, que hábitos franciscanos de algodón fresquito no vendían en ninguna tienda, pero no se vayan a pensar que no compré. Síiiiii, compré, compré. Un pintauñas ideal y un juego de ordenador.

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