jueves, enero 31, 2008

Para pensar

Dos frases de Inmanuel Kant sobre educación:

  • Tan solo por la educación puede el hombre llegar a ser hombre. El hombre no es más que lo que la educación hace de él.
  • La educación es el desarrollo en el hombre de toda la perfección de que su naturaleza es capaz.

(Cuando tuve que estudiar a Kant lo encontré como un tostón insufrible, a lo que se añadían también sus actitudes, su milimétrica puntualidad a la hora de pasear, que servía para sincronizar todos los relojes de Königsberg, su impenitente soltería...me resultaba odioso. Pero entonces yo tenía dieciocho años. Ahora lo valoro muchísimo, su pensamiento sigue siendo actual a pesar de la distancia temporal, y a pesar de los siglos, sigue diciendo verdades como puños, y además muy bien dichas, sobre religión, política, educación, ética, conocimiento... Kant siempre está ahí, a pesar de que otros filósofos más coloristas o más modernos se le hayan puesto por delante, pero a mí siempre me gusta volver a él)

martes, enero 15, 2008

Parecidos razonables (3ª parte)

Ahora me parezco a Matsu Takako (Que no sé muy bien quién es, creo que es una cantante japonesa). Y si no, ahí está la prueba, ¡¡¡ jejeje, qué divertido es estoooo!!!

viernes, enero 04, 2008

Mi rinconcito navideño

Antes de que se vaya la navidad quería poner una foto de mi rincón navideño. Nunca me ha gustado llenar la casa de decoración de Navidad, ni me gustan demasiado los árboles, a pesar de mi gusto nórdico por la decoración. Por eso me limito a llenar una copa grande de cristal de bolas de navidad, a colgar un viejito pascuero y un reno del mueble (unos caprichos que me di en A loja do Gato preto, en Lisboa) y a poner esto en el banco que hay bajo mi hombre de Vitrubio:

Y ya está. Evidentemente, el farol y el fotóforo los tengo todo el año puestos, pero pensé que podrían valer también para este menester. Los angelillos con bolso me los ha regalado mi mami por mi santo, el otro me lo regaló hace dos años por mi cumple, con las velitas de viejitos pascueros. Y el árbol (más árbol que éste no lo tolero) lo he hecho yo con estas patitas. Si queréis saber cómo, me comentáis. A quien me comente le cuento mi arte.

Iconoclastas infantiles

El otro día estuvieron mis amigas en casa tomando café y estuvimos hablando de las cosas que hicimos de pequeñas.Saqué mi álbum de cuando era bebé (ser la primera es lo que tiene, me hacían fotos y fotos y fotos). Mi hermana sacó a relucir la trastada diaria que cometíamos mi hermano Juan y yo, capitaneados por una servidora, por supuesto.
Mi madre tenía sobre uno de los sillones un cuadrito de El Greco, "Santo Tomás". A mi madre le encanta el Greco y creo que compró la reproducción en Toledo, cuando estuvo de viaje de novios.
Pues bien, a mí me parecía horroroso, con esa figura alargada y deforme. Hay que entender que mi hermano y yo rondábamos por los cuatro, cinco años y nuestros conocimientos de arte arrojaban encefalograma plano. Así que organicé una banda de iconoclastas capitaneada por mí y secundada por mi hermano. Normalmente éramos los dos solos, pero cuando venían mis primos o mi amiga Esmeralda, los invitábamos a solazarse con nuestras fechorías cotidianas. Como éramos muy chiquitillos nos teníamos que encaramar al sillón, aprovechando que mi madre andaba en la cocina. Una vez colocados en nuestra base de acciones procedíamos a la acción. Inspirábamos hondo...y a escupir a Santo Tomás. A veces mi madre se encontraba el cuadrito completamente empapado por nuestras malignas babitas infantiles; otras veces nos pillaba en pleno delito y ponía el grito en el cielo. Nunca nos atizó con la zapatilla, sólo nos reñía, creo que en el fondo le hacía gracia que nos cayera tan gordo el pobre santo. Cuando nos decía que era un santo y que había que tenerle respeto, no podíamos creer que un santo fuera tan amorfo, y seguíamos con nuestra ofensiva. Cuando nos contó la historia de Santo Tomás no me convenció de que un tipo que había dudado del Señor y que encima fuera tan feo hubiera adquirido la categoría de santo; yo no lo hubiera canonizado, desde luego. Es más, mi tío Tomás, el hermano de mi madre me inspiraba un poco de lástima por tener semejante patrón.
El caso es que cuando las cosas empezaron a calar en nuestras molleras dejamos en paz al pobre santo. Aunque no sé qué pasaría si se diera la circunstancia de que Juan y yo fuéramos al Prado y nos encontráramos con el original. Entonces era yo la capitana, pero ahora mi hermano, aunque futuro padre, cuando se pone en plan gamberrete, también se las trae.