martes, agosto 21, 2007

Voyage, voyage... Primer día

Lamento comunicar que del primer día de nuestro viaje no hay testimonios gráficos, ya que la mayor parte del tiempo resultó algo prosaico. Por ello, pondré fotos sacadas de internete.


A las once menos cuarto de la mañana cogimos la guagua en dirección a Madrid, con la consabida parada en Trujillo para hacer aguas mayores y/o menores (atención: aseos tercermundistas. Cuidado con las infecciones bacterianas, hongos y demás parentela que pululan por los inodoros), y para hacer uso del tiquet que te regala Auto Res para tomarte un cafelito en el bar de la estación.

Llegada a Madrid con puntualidad británica. En la boca del metro un niñato rumano intentó meter la zarpa en el bolso de una chica. Al no lograrlo, intentó hurgar en mi mochila, que por otro lado, yo llevaba bien agarrada. No contaba con que Grego le soltaría un par de rugidos, y huyó hacia las profundidades del metro.

Largo viaje en metro desde Conde de Casal hasta la T4. Llegando, mi hermano me manda un mensaje diciendo que está en la puerta H37 camino de Berlín. No me dio tiempo a llegar y darle un besito, otra vez será. Una vez allí, la ventanilla de Viva Tours estaba cerrada, menos mal que la gente es amable y nos mandó al mostrador de Iberia. Qué agradable sorpresa, en la T4 facturas enseguida y hay maquinitas de botones de las que a mí me gustan para sacar el billete y la pegatina de la maleta, así como para elegir asiento. Elegí uno de pasillo para Grego, que por su estatura, suele tener problemas de enlatado en este tipo de sitios.


La T4

Facturamos enseguida y Grego y yo nos dedicamos a internarnos en la procelosa selva de la T4 cual avezados exploradores (en cristiano: que nos pateamos la terminal de pe a pa). Nos zampamos un MacFlurry en el MacDonald´s (no vuelvo...¡buuuuffff, qué helao más pesao!), compré tabaco (en la France no iba a pagar un pastón por un paquete, of course) anduvimos por las largas, larguísimas cintas transportadoras de un lado a otro de la terminal y cuando nos estábamos aburriendo, vimos el aviso de embarque en uno de los carteles. Nos pilló a un buen trecho, así que tuvimos que correr para llegar a la puerta de embarque. Una vez allí, había una respetable cola de adolescentes franceses, monjas, argelinos, orientales...y nosotros, los últimos. El caso es que ninguna azafata se sentaba allí. Después de veinte minutos esperando, a Grego se le ocurre mirar el panel...¡horror! nos habían cambiado a otra puerta de embarque medio kilómetro más allá. Echamos a correr y esta vez nos pusimos los primeros. Cuando llegamos al avión resulta que habían cambiado de aparato, así que el maravilloso asiento de pasillo de Grego se convirtió en la temible lata de sardinas que puebla sus pesadillas. Una hora y media, señores, sentado de lado con las piernas en el pasillo, pobre mío.


En esto, que llegamos al chiquiaeropuerto de Orly (el de Túnez-Cartago es como dos o tres veces más grande), y esperamos como media hora a que saliera nuestra pija maleta de florecitas naranjitas (obviamente, la maleta la elegí yo, no Grego). Menos mal que el señor de Viva Tours seguía esperando. Nos montó en una fragoneta mu bonita y nos llevó hasta el hotel. Después de pasar las afueras, al salir de un túnel, lo primero que vi fue la torre Eiffel iluminada, parecía un faro en la noche, me emocioné tanto, que en vez de darle a Grego en el brazo para que mirara, casi lo pellizco. El trayecto fue muy bueno, como teníamos el hotel en la Ópera, en pleno centro, pudimos ver París la nuit, un montón de edificios famosos y la Torre. Enoooooooorme, yo la imaginaba como dos o tres veces más chiquita. Llegamos al hotel y cuando iba yo a desempolvar mi oxidado francés, el recepcionista, de un vistazo, nos catalogó rápidamente como españoles y nos habló con una corrección cervantina.

Éste era nuestro hotel, el Pulitzer Opéra, cuco, chiquito y limpito.

Dejamos las maletas y nos fuimos a ver París la nuit. A pesar del plano, nos despistamos un poco, pero al final llegamos a la Ópera Garnier. Qué bonita y qué grandiosa, aunque es mejor verla de día, con sus estatuas doradas. Cenamos en una terraza de un italiano (buenísima la pasta, sí señor) y nos fuimos a la camita, que había que madrugar al día siguiente, que nos esperaba el Louvre (y más, muchas más cosas de las que yo había planeado, incluido un chaparrón). Fin del primer día.

2 comentarios :

Anónimo dijo...

Un relato magnifico, si señor, se nota que tu cabeza está bien estructurada y tu disco duro lleno de cultura.
A veces pienso que es mas emocionante vivir los prolegomenos del viaje, en fin todo eso del autores, el aeropuerto, el taxi, y esas cosas, que el viaje en sí. A mi me emociona mucho cuando llego, como vosotros, por la tarde, y suelto las maletas en el hotel y me voy a ver una ciudad, es como si no hubiera empezado todavia la cuenta atras para volver a casa. Me encanta como cuentas las cosas, sigue por favor, estoy deseando conocer el resto del viaje.

Anónimo dijo...

Mmmm... el W.C. de trujillo y el metro de conde casal, que extremeño no los conoce?

se requiere: foto de la maleta con flores.

A por el segundo día.