miércoles, septiembre 05, 2007

Voyage, voyage. Tercer día. La gran paliza.

El tercer día tampoco tuvo desperdicio, aunque no empezamos con buen pie. No sabíamos que en París los museos no cierran el mismo día, así que nos fuimos al museo d´Orsay y nos lo encontramos cerrado a cal y canto. Pero no nos amilanamos, como estábamos cerca, pusimos camino a Los Inválidos. La cúpula había subyugado a Grego desde el primer día, y subiéramos donde subiéramos, él la buscaba incansablemente. Camino a Los Inválidos, nos llamó la atención que los bomberos estuvieran jugando al rugby en el césped; imaginamos que lo hacían como entrenamiento, pero bueno, era agradable ver a fornidos mozos en pantaloncillos cortos correteando cual chicuelos en pos de un balón apepinado. En los Inválidos aún no habían abierto, y nos paseamos entre los cañones que había alrededor del patio de armas, leyendo sus nombres y sus historias. A mí me gustó éste, que parece más un mortero que otra cosa. Luego abrieron la iglesia, y después de bichear y pasear arriba y abajo, nos sentamos a esperar que pudiéramos entrar a ver la tumba del pequeño gran hombre, en cristiano, Napoleón. Media hora más tarde de la hora de apertura, el sacristán seguía pasando el plumero por las columnas de la tumba, así que nos cansamos de esperar y, decidiendo que éramos españoles y ningún emperadorzuelo francés nos iba a tener esperando, ni aun después de muerto, nos fuimos en pos de nuevas aventuras.

Nos vamos a Notre Dame. No es que me decepcionara exactamente, pero me la imaginaba más grandota. Aun así, es una catedral muy bonita, tiene cositas muy aparentes y una historia muy interesante: allí se celebró la curiosa boda de la reina Margot y Enrique de Navarra y también se autocoronó Napoleón. La entrada es gratuita, sólo hay que pagar si quieres subir a departir un rato con las gárgolas. Pero la cola para subir era inmensa, así que decidimos dejarlo para el día siguiente, y propuse ir a ver la Santa Capilla. La Santa Capilla es muy curiosa; se construyó por 40.000 monedillas del medievo para albergar la corona de espinas (presunta, en la Edad Media había un estraperlo de reliquias impresionante, y casi todas estaban adulteradas), que costó 130.000 cucas medievales. Para entrar hay que pasar por un control policial, ya que el edificio está dentro del Palacio de Justicia. Es chiquitita, pero maravillosa. Tiene dos pisos, el de abajo, dedicado a la Virgen y el de arriba, que es donde se encuentran las vidrieras. Lástima que hubiera un andamio en el ábside; pero pudimos ver a gusto las vidrieras, su fastuoso colorido y la exquisita decoración a la francesa, es decir, azul y flores de lis doradas. Ahí van unas fotos:
De allí, cogimos el metro y nos fuimos a Montmarte.Cuidado con la estación de Abesses, tiene unas escaleras de caracol tremendas (uf), aunque uno puede ir disfrutando de las pintadas de las paredes, son muy cucas, de paisajitos y cosillas así. Ya era la una de la tarde y decidimos comer en una terracita, antes de que todo el mundo se pusiera a comer, aunque ya estaban los bistrots bastante llenos. Nuestro bistrot era italiano y se llamaba Bella Italia. Los camareros eran franceses e hindúes, pero las pizzas estaban de vicio, y no fue caro. Lo bueno que tiene comer en París es que los restaurantes tienen la obligación de poner en la entrada los precios, entonces uno puede decidir dónde le conviene comer y la sombra de la bandurria en el metro deja de planear sobre nuestros bolsillos. Por cierto, los camareros de París, sin excepción, son encantadores, simpáticos y siempre te preguntan si va todo bien, aunque hay que ser rápido al pedir, siempre van volados.

Para bajar las pizzas, nos encaminamos al Sacré Coeur. Vimos un funicular, pero no le hicimos demasiado caso y subimos por las escaleras (uf). Arriba, había que subir más escaleras para entrar en la basílica (uf). La entrada es gratuita, pero no se pueden hacer fotos. Pero yo, que soy algo desobediente, robé una del mosaico del ábside, que es de influencia bizantina aunque se le ve el pajeo moderno. Es uno de los más grandes del mundo y es mono, mirad:
Y aquí va un Slide con fotos de cuando subimos arriba del Sacré Coeur (cuando subes, pagas). Muchas escaleras (uf) de caracol, estrechas y de techo bajo. Grego a veces se veía obligado a subirlas como un homínido, porque no tuvieron en cuenta a los hombres altos y guapos cuando construyeron la basílica.







Tengo que confesar que subiendo por las escaleras me dio un semiataque de claustrofobia, al ver que no se acababan nunca y no podía ver por dónde iba. Además, eran tan estrechas y bajitas, que deleité al resto de los turistas canturreando "Mediterráneo" de Serrat para espantar esa pequeña angustia. Fue lo primero que se me vino a la cabeza.

Una vez bajamos, nos dimos cuenta de que con nuestro billete de metro podíamos usar el funicular (grrrr...); al menos, bajamos cómodamente sentados, ya que subir, no subimos muy cómodos. Callejeando por Montmartre, vimos una tienda muy cuca llamada Les Pylones, donde vendían cantidad de chuminadas de colorines, tales como paraguas en forma de muñecas, tostadoras de colores, era todo muy bonito, pero muy caro. Allí me agencié un boli muy chiripitifláutico y un paraguas en forma de gitana para mi madre y otro para mi cuñada.

Volvimos al metro y, ¡oh!, en la estación de Concorde vimos las primeras escaleras mecánicas de París, que, además, funcionaban. Llegamos a la Plaza de la Bastilla. Nos sentamos en la Ópera un rato a ver qué hacíamos. Aviso: no queda nada de la antigua fortaleza de la Bastillas, aquello es una plaza modernilla. Si quieren ver algo, bajen a la estación de metro de Bastille y ahí queda algo de un muro, pero algo ridiculín que casi pasa desapercibido.Como andábamos cerca, fuimos a la Plaza de los Vosgos. Oye, qué bonita. Por cierto, por el camino nos bebimos la primera Piticola a precio españó, en un bar de chinos.

La Plaza de los Vosgos, decía. Me encantó. Estuvimos allí como una hora relajándonos a la sombra de los árboles en el parque y deleitándonos con la vista de los palacetes, que allí llaman Hôtels. En esta placita tan mona nació nuestro buen amigo Richelieu y vivió Victor Hugo, cuya casa se puede visitar. Antiguamente, en los palacetes que rodean el parque vivía la corte de Enrique IV, creo, no me hagan demasiado caso. Ahora alrededor de la plaza hay un montón de galerías de arte y cafés no demasiado caros. Es un sitio un poco zen, porque cuando salimos de allí, íbamos más relajaditos. He aquí algunas fotillos:

Curiosamente, mientras descansábamos, oíamos cantar ópera por ahí, pero cuando salimos de la plaza, nos dimos cuenta de que era un contratenor, es decir, un hombre que lo mismo canta como soprano que como tenor. Estaba de pie bajo uno de los arcos de salida, con un sombrero de payaso y la mirada perdida (creo que no rilaba muy bien), pero cantaba como Farinelli, impresionante. No son muy frecuentes los contratenores, en España sólo hay uno, así que haber visto a uno en vivo me parece lo suficientemente curioso como para señalarlo.
Después nos fuimos a visitar el pijerío, la Place Vendôme, donde están todas las joyerías pijas y el hotel Ritz. Es una placita muy bonita y tranquila, y los escaparates son de alivio; en Dior tenían un broche de diamantes y esmeraldas en forma de manojo de zanahorias divino. En esta foto miraba a Grego buscando su complicidad para hacerme con el collar del escaparate, que era de oro tejido, como una tela. Sólo que más tarde me di cuenta del inmenso negrón que custodiaba la puerta y desistí de mis malicias.
De allí nos fuimos al Faubourg Saint Honoré, a ver tiendas pijas. Qué decepción, yo me imaginaba una elegante avenida, pero la calle no es más grande ni más ancha que Marquesa de Pinares, por ejemplo. Y encima, las tiendas te ponen en los escaparates lo más perrucio que tienen. Lanvin tenía un espantoso maniquí con un vestido negro lleno de los pelos que se le caían a la muñeca, con un tejido malísimo, digno de cualquier mercaíllo. Decepción. Ah, y también está allí la flamante residencia de Sarkozy, el palacio del Elíseo, pero es cutre tener un palacio en esa calle, no sé, no me gustó mucho. De todos modos, como no íbamos a mercarnos nada de alta costura, pasamos.

De ahí nos dirigimos a la Opéra Garnier, donde cenamos. ¿A qúe suena bien? Pues sí, cenamos en la Opéra. Pero no en la misma Opéra ni en el café de la Paix, nooo, somos turistas pobretes, oiga, cenamos en las escalinatas de la ópera unos suculentos y módicos bocatas que compramos en una bocatería frente a la ópera. Y con esto y un bizcocho, nos fuimos al hotel, que ya era hora. Para postre, una foto de la Opéra y una escena costumbrista de los empleados del Grand Hotel fumando en la calle. Fin del tercer día.








7 comentarios :

Anónimo dijo...

Es impresionante la descripción tan minuciosa que haces del tercer dia, el lujo de detalles que nos cuentas y la cantidad de datos y detalles de los que te acuerdas. Veo que os ha dado de sí muchisimo este dia y que habeis visto lugares para recordar dentro de 30 años, mejor dicho toda la vida. Yo cuando vi Notre Dame y entre en ella se me saltaron las lágrimas. Tantas veces vista en mis libros de historia y ahora podia estar alli. Me encanta, lo bien que lo habeis pasado y lo intenso de vuestro viaje. Enhorabuena París debe sentirse orgullosa de visitantes como vosotros. Un beso

Evla dijo...

Eso es lo que me pasaba a mí, que parecía que me había metido dentro de un libro. Me pasé los seis días flipando y diciendo:¡mira eso! ¡mira lo otro!

Evla dijo...

Por cierto, los detalles son porque iba tomando notas en la guía de París que me compré; cuando descansábamos, entre Grego y yo íbamos apuntando las cosillas y lo que nos llamaba la atención. Pero a partir del cuarto día, se acabaron las notas. Menos mal que tengo las fotos ordenadas para refrescar mi oxidada memoria.

Anónimo dijo...

Muy interesante la Santa Capilla esa, me llama la atención tanto color en la iglesia, tan poco acostumbrados estamos por aquí. ¿No subiśteis a las torres de notre Dame? Mmmm...

Creo que si visito París debería leer a Víctor hugo...

Lo primero sí es un Mortero, una pena no ver la tumba de Napoleón.

Evla dijo...

Espera, que hay más días para subir a Notre Dame. Lo de Napoleón lo he apuntado en el apartado de Pendientes, porque he decidido que voy a volver a París "a como dé lugar",que decía un personaje de culebrón.

Evla dijo...

Por cierto, léete Los Miserables. Fue la novela que me llenó de curiosidad por ver París. Fui a los jardines del Luxemburgo por ella. Pero échale paciencia.

Anónimo dijo...

Apuntada queda entonces, aunque creo que está en el montón de pendientes desde hace una década...

Esperaremos a subir a Notre Dame.