miércoles, junio 10, 2009

Tatuaje


Más de una vez me ha dado la ventolera de hacerme un tatuaje. Al final me puede más el miedo al dolor y el hecho de que ese dibujo es definitivo y me arrepentiré de haberme hecho ése y no otro. Me gustan las calaveritas mejicanas, pero también los simbolitos celtas, las letras góticas, las élficas y las griegas, los dragones y los jeroglíficos egipcios. Pero no me voy a hacer ninguno. Además, quién sabe cómo puede llegar el tatuaje a mi edad provecta, lo más seguro es que se ponga como una uva pasa, porque lo que sí tengo claro es que quiero envejecer con dignidad y no saltarme ni una sola arruga.

También me gustan los piercings, sólo tengo uno en la oreja, y no lo uso, así que tampoco me voy a perforar más veces. No me arrepiento, es más, sigue abierto, pero cualquier pendiente me hace daño, así que ahí lo tengo, en espera de que llegue el pendiente definitivo.

Ahora que ya soy mayor de edad desde hace veinte años y tengo absoluta libertad de decisión sobre lo que quiero hacerme, he decidido no hacerme nada. Lo más que le hago a mi cuerpo es cortarme las puntas cada seis meses (así están...). Y no por nada, sino porque quiero dejarme tal como estoy, segura de que me arrepentiré enseguida. Me di mechas rubias y en cuanto salí de la pelu ya me veía rara,aunque luego me las di dos veces más y acabé demasiado rubita para mis cejas negras. Así que hacerme un tatuaje ya es demasiado pedirme a mí misma.

Pero no por eso pienso que los tatuajes y los piercings son de gente de mal vivir, no, por Júpiter, tengo muchísimos amigos y familiares tatuados y perforados y me encantan las cosas que se hacen. Además, son unas costumbres tan antiguas como la propia humanidad, como todavía hoy demuestran las escarificaciones de los maoríes. Tampoco son propios de gente de baja estofa (la madre de Winston Churchill, toda una señora victoriana ella, ocultaba una serpiente tatuada bajo sus enaguas y volantes); y qué decir de la época de Shakespeare, donde todo hombre que se preciara solía colgarse de la oreja un pendiente largo. Creo que no es más que la afición que tenemos los humanos a decorarnos y a presumir, igual que el maquillaje y la peluquería, aunque éstas dos son artes más efímeras.
Hoy en día sé de algunos profesores, tanto compañeros míos de instituto como profes de la universidad que esconden o medio esconden alguna culebrilla que les sale por el cuello o por los brazos; o muestran algún discreto arito de oro o un brillantito (esto me parece más cutrecillo) en el lóbulo. Conozco a una abnegada madre de familia que me ha mostrado en ciertos y recónditos lugares no aptos para el público el signo zodiacal de su marido. Y qué decir del muestrario motero; y a pesar del extenso muestrario de calaveras, diablitos, greñas y bigotazos, jamás he visto un altercado ni una mala palabra. Desde luego que hay gente cutre y violenta que se tatúa y se perfora o se llena de cicatrices, pero eso no quiere decir que la decoración corporal sea patrimonio de ellos; creo que es una costumbre demasiado extendida como para catalogar a la gente según lleve o no tatuajes y agujeros.
Además, para qué voy a hacerme algo definitivo, cuando Dixie, armada de sus rotuladores, me podría pintar en el hombro una cosa diferente cada sábado si se lo pidiera. Y en tiempos, cuando ella se dedicaba a dibujar rositas a mis primas y hermanas, servidora, que es una hortera de vocación, salía a la parranda con un hermoso y caligráfico "Amor de madre" pintorreteado en el brazo.

5 comentarios :

Anónimo dijo...

Carevelas mexicanas molan, con una frase tipo "hasta la vista pendejo" o algo así.

Evla dijo...

No es mala idea, no, ¡pero me da miedo la pupitarl!

Anabel Rodríguez dijo...

Reconozco que no me tatuo por varios motivos, que tu enumeras divinamente y no hace falta indagar más. Pero además, es que me da una grima enorme agujerearme el cuerpo, así que no tengo ni un triste agujero en la oreja, más allá que los que me hicieron en el hospital al nacer. Creo que seré de las pocas que llegue a la vejez inmaculada en ese sentido. Y eso, que no me importaría coger alguno de los dibujos que hace mi santo esposo, y tatuarmelos, pero usssshhhh, agujas no, agujas no...
Besitos

velvetinna dijo...

Jajaja ¡¡me ha encantado la entrada!! Yo también paso de hacerme nada ni en el pelo, ni en mis brazos, ni na! Soy una saboría, pero es que me conozco... Un besote guapa, sigue así de simpática

Elena dijo...

Yo creo que tampoco me haré nunca nada de eso: ni tatuajes, ni piercings, ni tintes...natural hasta la muerte.
Porque Ula, eso de cambiarnos el pelo , lo veo un poco dificil...jijiji
Un besazo guapa.