miércoles, septiembre 09, 2009

Reflexiones con cerveza

Ayer, hablando con Mr. G. alrededor de unas cervecitas sobre el tema de las brujas, decíamos que ni eran tantas ni eran tan malas. Estábamos de acuerdo los dos en que lo que subyace en el tema es el primitivo terror del hombre ante los supuestos poderes mágicos de la mujer como dadora de vida, etc., etc. Que sólo aprovechando la fuerza bruta es capaz el hombre de someterla. Que por ello, tildaban de brujas a parteras y a mujeres que sabían de hierbas, es decir, a mujeres con conocimientos "peligrosos", y libres. Porque, según Mr. G., la mujer, en una situación adecuada, siempre tiene el poder.
Todo esto venía a colación de las cazas de brujas de Llerena, o de las brujas de Ahigal, y parece una idea primitiva. Sin embargo, esta idea tan edadepiedrix permanece en el cerebro de algunas personas hoy. Aún hay hombres que se niegan a que sus mujeres trabajen, hay hombres que pretenden que la mujer deje los estudios cuanto antes y se ponga a parir, que no permiten que salgan solas con amigas...y lo malo es que también hay muchas mujeres que, o piensan igual o permiten que esto suceda. Una amiga de mis tías me dijo cuando era pequeña que no era bueno que fuera muchos años al colegio, que no era bonito que una mujer supiera demasiadas cosas. Años más tarde, otra mujer de mi familia me dijo que las mujeres veníamos a este mundo a servir a los hombres y a obedecerlos. Ni que decir tiene que ante estos comentarios servidora se muere de la rabia.
Recuerdo que hace como tres años, di un curso de comunicación a un grupo de mujeres y chicas jóvenes, la mayoría discapacitadas sensoriales. Aprendimos mucho, nos reímos y lo pasamos en grande. La base del curso estaba en perder la vergüenza para poder salir a hacer lo que yo les mandaba, y lo cierto es que respondieron muy bien. Había una señora ya de cierta edad, muy tímida y con una pequeña discapacidad sensorial, a la que acercaba a su casa en coche al terminar el curso. Me contaba que su marido no estaba muy conforme con que ella lo hiciera, pero que sus hijos ya eran mayores e independientes y ella se aburría en casa.
Al terminar el curso, varios meses después, me la encuentro por la calle con un peinado moderno, varios kilos menos y una sonrisa de oreja a oreja. "He empezado a trabajar", me dijo. "Mi marido no quería, pero qué hago en casa, si se ha jubilado y no quiere salir a ningún sitio". Me alegré muchísimo por ella y así se lo dije. Puede que los contenidos del curso se les hayan olvidado, pero sé que esa señora sacó más fruto que nadie al relacionarse con sus compañeras, más jóvenes, mayores que ella, pero modernas, divertidas y animosas y recibir su influencia.
Y podemos darnos con un canto en los dientes, pero no demasiado, miren a Lubna Husein y a Kartika Sari y a miles de mujeres anónimas, de allí y de aquí. Las que mueren a palos, a tiros o con fuego, y las que esperan recibir latigazos cuando acabe el ramadán, por echarse al coleto una cerveza o vestir unos elegantes pantalones.
A veces pienso que es una batalla perdida, que los niños siguen educándose bajo ideas machistas y preconcebidas y que las niñas siguen soñando con dejar los estudios y casarse. Quizá es que no es una batalla sino una larga guerra que durará por los siglos de los siglos sin que haya vencedores claros. Vamos muy lentos, y me temo que la tan cacareada revolución sexual se ha quedado en una anécdota. Cada vez veo más ignorancia, y me saca de quicio abrir el periódico y encontrarme con noticias como éstas. Que yo pueda llevar vaqueros y beberme unas birritas sin necesidad de que me acompañe nadie, y que Lubna y Kartika tengan que sufrir un castigo por hacer lo mismo me mata. Que violen a una adolescente porque su hermano cometió adulterio con la mujer de otra familia es la gota que colma el vaso de mi entendimiento.
Este espacio mío suele acoger tontunas y cosillas sin importancia, pero hoy lo aprovecho para denunciar todo esto y clamar (¿en el desierto?) contra todos estos desatinos, tropelías, abusos, vergüenzas, injusticias, arbitrariedades, despotismos, maltratos, explotaciones, sinrazones, tiranías y crímenes cotidianos.

3 comentarios :

Anabel Rodríguez dijo...

Yo creo que es una lucha lenta, pero no perdida. Al menos no debemos dar ni un paso atrás.
Besos

VerboRhea dijo...

Mujeres "tradicionales" todavía quedan muchas.Y muchas alrededor de nosotras.Ahí están y hay que reconocerlas, claro que sí.
A mí me gustaba la expresión que tenía mi abuela cuando hablaba de mi abuelo: "mi hombre", siempre nos reíamos de ella, a los nietos nos parecía entonces algo primitivo.Y luego piensas: ¿y por qué dicen ellos "mi mujer"?

Yo también tengo algo pensado sobre mujeres afganas de Herat.Porque me llama la atención lo que a ti:lo que para nosotras es tan normal, para ellas es tema de castigo.
Qué bonita la anécdota de esa señora.Al final, el que menos te esperas, te da la mayor satisfacción...

Me gustó la entrada.

Un saludo!!

P.D.: Ese Mr G parece buen tipo, ¿no?

thot dijo...

Me reitero en lo que decía en mi primer comentario en este blog: Es un placer leerte.
Es una lucha lentísima y muchas veces ralentizada por las propias mujeres, algunas temerosas, otras por tradición, no lo sé. Hay sitios en los que se avanza más rápido que en otros, pero apena ver países que se mantienen en tradiciones y costumbres cavernícolas. Personalmente, no como hombre, sino como persona, lucho por vosotras siempre qeu tengo ocasión de ello. Un besito.
P.D.
Dejé un comentario en tu otro blog, ese en latín, sobre un mapa antiguo. ¿Me podrías contestar por favor? Es pura curiosidad pero me gustaría saberlo. Me fascinan esos temas. Gracias !!!!!