


La foto está borrosilla, debido a la emoción del momento, pero se ve lo que es. Atención al carrito empotrado en el muro. Después, se dedicó a pasearse por Londres para ubicarse bien y hacer daguerrotipos de la ciudad, tan típicos como éstos: 
En la segunda foto fue casualidad lo del autobús y el taxi, LNE sólo quería hacer una foto al edificio y al soldadito valiente. Andando, andandito, tras dejarse sus buenas libras comiendo en un MacDonald´s (aquí hago un inciso: NUNCA coman en un restaurante por pequeño y cutre que sea, la comida cuesta casi el doble que en las Españas, mejor compren emparedados y ensaladas de frutas en los Sainsbury´s), acabó en la City, a ver San Pablo y cantar, como había prometido, aquella canción de Mary Poppins: "Compre usted migas de paaaan..." Lo malo fue que estaba lloviendo y LNE no pudo sentarse en las escaleras de San Pablo a cantar, lo tuvo que hacer refugiada bajo el pórtico. Pero eso sí, no se cortó mucho y había quien la miraba extrañado (los ingleses no, ésos están muy habituados a las excentricidades). He aquí San Pablo. Por cierto, allí se casó Lady Di, ¿sabría ella que en ese lugar hubo en época romana un templo de Diana? Foto aquí:
Y luego un bonito paseo por el Támesis, a ver los puentes y la Torre de Londres, que LNE pensaba que era una torre y es todo un castillo. Por desgracia, ya era la hora de cerrar y no pudo ver a los Beefeaters ni a los cuervos.¡Estos ingleses y sus extraños horarios!
A LNE le gustó especialmente esta casita en la muralla de la Torre de Londres:
Y de allí en metro a ver Piccadilly Circus, que no es demasiado bonito, y hay demasiada gente. LNE cenó en un pequeño libanés un kebab y unas papas fritas por el doble de lo que cuesta en la Pauli. Pero eso sí, el servicio era muy agradable.
¡Cuidado! El Underground, metro pa los demás mortales, está en obras y no para en King´s Cross, sino más arriba, en Caledonian, así que de ahí al Farringdon, hubo que hacer una laaaaaarga caminata bajo la lluvia y sin ver nada de especial. Llegada al hotel, medicación preventiva a base de ibuprofeno y a dolmil. Mañana será otro día.
Por supuesto, la letra sigue siendo la uncial latina, a ver si cambio de registro y pruebo con la letra inglesa, que ya aburro.
Ya digo que leo de todo, desde intriga histórica a novelas de aventuras, desde novelas rosas a literatura juvenil, desde Platón a J.K.Rowling. Y cuando pienso que en la mesilla de noche me está esperando una maravillosa historia empezada, siento más placer que al encenderme el primer cigarro del día. Aunque esté hasta arriba de trabajo, aunque me examine de oposiciones al día siguiente, leo. Eso me permite evadirme como si fuera una máquina del tiempo a otro sitio, y a otra época a veces, y me estremezco de espanto si por un momento vuelvo a la realidad y recuerdo que tengo que madrugar porque mañana me examino. Pero rápidamente sumerjo la nariz otra vez entre las hojas y me vuelvo a ocultar en la historia que me espera fiel.
Hay quien me dice que tengo mucha imaginación, incluso me han llegado a decir que de tanto leer me voy a volver loca como el Quijote . Llevo treinta y cuatro años leyendo sin parar y todavía no he ido al psiquiatra. En cuanto a lo de la imaginación, opino que no es exclusivo de mi humilde persona; cualquiera que lea, sabe imaginar. El problema es ponerse a leer, enfrentarse a un libro por primera vez, casi con prevención ante la cantidad de letras que alberga. Luego, una vez nos ponemos en camino, es muy difícil la vuelta atrás.
Yo ya no concibo el mundo sin lectura. Me costó enfrentarme a Otra aventura de los Cinco de Enid Blyton porque tenía más letras que dibujos, a diferencia de los cuentos ilustrados por María Pascual. Lo hice por aburrimiento, una día de gripe en el que me encontré que era el único libro que me quedaba por leer. Al segundo capítulo estaba perdida irremisiblemente en el vicio de leer. Y hasta ahora. Nunca lo he dejado ni quiero dejarlo o me entrará el terror de sentir mi vida un poco más vacía.