Hay un mundo paralelo y casi invisible que, por sus propias características, nos pasa desapercibido a casi todos, incluida a mí misma...hasta que me abrieron los ojos a él hace ocho años, cuando entré en el ciclo formativo de interpretación de la lengua de signos. Me refiero al mundo de los sordos. Aunque en teoría yo pertenezco a ese mundo, hasta ese momento nunca me había dado cuenta de lo grave que es ser sordo. Mi caso es diferente, soy sorda poslocutiva, por lo que tengo la inmensa suerte de haber adquirido el lenguaje antes de perder la audición. Por ello, mi identidad es oyente, no sorda. Pero gracias a mi relación con ese mundo me di cuenta de que comparto muchas cosas con ellos, hay muchos rasgos que tenemos en común: la falta de picardía, la desconfianza y a veces, más de lo que parece, la incomunicación. Aún así, yo me comunico con facilidad en la mayoría de los casos porque pude acceder al lenguaje. Pero ¿y los que nacen sordos o pierden la audición antes de aprender a hablar? Para esas personas su situación es muy, muy grave: viven en un país cuya lengua es prácticamente extranjera, con el problema añadido de que les cuesta un triunfo aprender algo de ella porque no la oyen. Se guían por referencias visuales, y cuando aprenden algo de la lengua oficial, que para desgracia suya es riquísima, se quedan sólo con palabras sueltas que se ven incapaces de hilar en una frase con sentido completo. Aunque van al colegio, los sordos prelocutivos son analfabetos funcionales. Hazles leer en voz alta un cuento. Con su logopeda han aprendido a leer, pero pregúntales qué han leído: no lo saben. Es como preguntarle a la Rosa de España de qué va la canción que ha cantado en inglés.
Y lo malo es que su incomunicación lleva añadido otro problema: el desconocimiento del mundo oyente. Tenemos un montón de mitos falsos sobre los sordos, como el de que escribiéndoles lo que queremos decirles, se enteran. Salvo excepciones, es falso, o todos los sordos irían por la vida armados de cuaderno y lápiz. Ni hablándoles más alto, ni vocalizándoles exageradamente (los que leemos los labios, cuando nos vocalizan exageradamente, perdemos más información que cuando lo hacen de modo normal). Mejor resultado da hacerles mímica, señalar o hacerles gestos; la información visual es fundamental. O aprender algunos rudimentos de la lengua de signos, la futura quinta lengua oficial del estado. Cuando intentas comunicarte con un sordo, te lo agradece infinitamente y tienes un nuevo amigo. He visto iluminárseles la cara a sordos a los que me he acercado a presentarme y a charlar con ellos; es peligroso, porque ya no te sueltan, tanta es su hambre de comunicación. Y que seas oyente y les muevas las manos, para ellos es el mejor regalo.
Y ese mismo desconocimiento de la sordera y sus características ya entre la propia comunidad médica ha producido tremendos errores, como el caso del hombre que llevaba media vida en un psiquiátrico porque le diagnosticaron una enfermedad mental, cuando lo que le ocurría era que se estaba quedando sordo; así lo cuenta Oliver Sacks en "Veo una voz". O el hecho de tratar de retrasados a los sordos, sólo porque su situación los hace reaccionar de otras maneras diferentes a las nuestras, o no reaccionar porque no se están enterando de nada. Y esto lo he vivido en mis propias carnes: cuando estuve en Carrefour trabajando, como me enviaron de una bolsa de trabajo de minusválidos, sabían que era sorda; uno de los encargados me trataba como si en vez de sorda fuera retrasada. Yo me lo tomé por las buenas, y me reía mucho a sus espaldas, creo que de alguna manera tenía miedo de los discapacitados, o de que me diera un ataque de furia, o de yo qué sé, pero se ponía tan nervioso cuando tenía que hablar conmigo que resultaba patético. Hasta que un día, hablando con mis compañeros, se enteró de que ni era tonta, ni era loca. Sólo que él me estaba haciendo más discapacitada de lo que realmente era. ¡Menuda película se había montado! En mi caso, no me dolió, sólo me pareció risible, pero imagino que a otra persona con discapacidad le puede llegar al alma. Por eso digo que hay que tener en cuenta estas cosas, que parecen futesas, pero que pueden resultar muy dolorosas.
Es un mundo curioso el de los sordos, y a veces hasta puede parecer cerrado, pero es un mundo de silencio habitado por personas que ríen, comen, aman, sueñan, duermen, juegan, salen, beben, bromean, conducen, y hacen las mismas cosas que los oyentes. No los vemos como vemos a los ciegos, pero son muchos. Pasan a nuestro lado y no sabemos que son sordos a primera vista. Es una deficiencia solapada, pero terrible. No para mí, pero sé cómo se sienten. Sólo tengo que quitarme los audífonos e intentar vivir así, con el 25% de audición que me queda. No puedo.
1 comentario :
Y lo importante que es que conzcan el uso de las TIC, y lo difícil que es que puedan venir a los centros a aprender.,..
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