LA SEDUCCIÓN, ESE ARCANO IGNOTO E INEFABLE.
No se piensen que vengo aquí a hablar de mis artes para seducir. Si hubiera ido a una academia de seductores me hubieran expulsado nada más verme: no sé seducir. Ustedes se preguntarán cómo demonios me he casado. Pues yo tampoco sé muy bien qué pasó. Me tiraba las noches de botellón hablando con el hombre de mis sueños de religión, política y pesca, y encima éramos de opiniones encontradas. Hasta que un día me harté de tanta tertulia y le pedí rollo. Curiosamente, aceptó. En fin, que han pasado dieciséis años y me sigo preguntando por qué me dijo que sí.Y eso me lleva a reflexionar sobre el oscuro arte de seducir, porque servidora no tiene ni idea de cómo se hace. Verán, yo lo achaco un poco a que, como buena sorda, soy muy literal, y las conversaciones sinuosas, siblinas y soterradas no las entiendo; y como leo mucho, sé que las conversaciones seductoras tienen más mensajes subliminales que una maratón de anuncios. Pero yo me lío en una conversación profunda y al final acabo defendiendo el punto de vista contrario al que tenía cuando empecé. Por eso no valgo para dedicarme a la política, soy demasiado directa. Imagínense que llego a la presidencia del Gobierno (no lo quiera Zeus): les aseguro que con mi escasa mano izquierda y mi poco tacto, todos los españoles acabarían por venerar a Rajoy y por sustituir los carteles del Che Guevara por los de nuestro presidente de la barba vellida, cual héroe épico salido de la pluma de Homero. Sería una presidenta malísima, bocazas y metepatas; llevaría a España a un montón de conflictos diplomáticos y puede que hasta a una guerra. No tengo tacto ninguno, por eso prefiero ir calladita por la vida, para no liarla demasiado, que me conozco.
No hay comentarios :
Publicar un comentario