jueves, septiembre 17, 2015
DESGRACIAS COTIDIANAS V.- LA PELU.
Llamo a mi peluquera con mano temblorosa para pedir cita, y soporto sus gritos abroncándome por mi desidia. Lo más lindo que me dice es que está a punto de morir de hambre por mi culpa.
Lo sé, soy una mala clienta peluqueril. Pero es que las esperas me ponen enferma. Llego, me siento en el rincón de pensar, perdón, en la zona de esperar y abro un ¡Hala! de 1917. Visitamos la mansión de vacaciones de Nati Mistol en Alpedrete. Rumores de boda entre Raquitín y Carmen Romana. ¿Se les acabó el amor a Eufemia Porrínez de Brujo y José Corcovado? Un coñazo. Media hora de la cita y yo sigo leyendo las Memorias de Ernesto de Hannover que publica la revista Suturas. Cuarenta minutos de la cita y voy por el verso 13987 de La Araucana. Noventa minutos. El árbitro a punto de pitar fin del partido...yyyyyyyyy...¡mi turno! Hoy vamos a comer huevos fritos; la ternera Stroganoff que pensaba hacer como que no.
Lavado adormecedor de pelo. Mi peluquera tiene unas manos de hada para masajear cráneos. Cuando empiezo a doblar la pestaña, me despierto con chorro de agua helada que marca el fin de mis ensueños. Después de un enérgico frotado de toalla en el cerebelo, me acompaña al sillón. ¿Qué va a ser? Córtame las puntas, le digo. Oído cocina. Diez centímetros de pelo caen a mis pies. ¿Te repaso el flequillo, que lo tienes largo? Vale. Cierro los ojos porque me dan miedo las tijeras. Cuando los abro, veo en el espejo a la alegoría de la Kale Borroka. Y para colmo,no me he depilado las cejas. Bildu Bolsón, me llaman. Miro hacia abajo y veo material para pelucas de quince pasos de Semana Santa, pero mi peluquera debe de ser muy atea, porque lo barre y lo tira a la basura. ¿Te peino con las puntas hacia fuera? ¡No y mil veces no! Dejé que me lo hiciera la primera vez y salí con pinta de ir en autobús desde Valdepeñazos del Eresma al plató de Sálvame. Liso, por favor. Claro, me dice la arpía, el cabello liso es más tú, más de hoy, te queda divino de lo ideal que te sienta. Te quita diez años y te hace parecer como de cuarenta. Tócate los bemoles, pienso para mí. ¿Cuánto es? Treinta y cinco euracos. Joder, con el IVA peluqueril. No vuelvo más. Salgo empobrecida y con riesgo de que me fiche la poli por la calle.
Y la guinda de la fiesta es cuando llego a casa y tengo que soportar los choteos familiares acerca de mi flequillo norteño y mis cejas de Cromagnon. Porca miseria. Me voy a hacer sij.
jueves, julio 09, 2015
DESGRACIAS COTIDIANAS (IV).
DESGRACIAS COTIDIANAS (III)
Hoy he ido de compras. Es lo que tiene el caloret, que la ropa ya no oculta los defectos; por eso, para mí es un suplicio ir a comprar ropa de verano. Tengo un cuerpo que es una alegría (por los c*j*n*s); dentro de los estándares corpóreos que hicieron hace unos años para unificar las tallas, el mío no estaba. Primero pensé que en realidad era un fantasma, y que nadie me lo había dicho para que no me pusiera triste. Luego me pellizqué y descubrí que estaba viva, así que deduje que si mi cuerpo no entraba en lo de pera, manzana y no sé cuál mierdas era el otro estereotipo corpóreo femenil, era que yo había creado un nuevo cuerpo y me creí Frankenstein; pero luego me acordé de que a mí las ciencias se me daban muy mal y que lo único que había logrado trasplantar en toda mi vida fue un recambio de boli. Así que acabé por aceptar que mi cuerpo es un botijo. Aunque no me consuela nada. Un año adelgacé y decidí comprarme un bikini para celebrarlo. Craso error: si quería que la parte de abajo me quedara bien, la parte de arriba me quedaba como si tuviera una inflamación de amígdalas. Acabé por llevarme un entrañable traje de baño de pantaloncito corto, rayas (soy una loca de las rayas) y calabacitas a la cintura.
Otro año adelgacé y me quedé sin culo y sin autoestima, el sueño de mi vida es tener un culo beyoncero y aquel año lo perdí por completo, así que ya no volví a adelgazar nunca más.
En fin, que hábitos franciscanos de algodón fresquito no vendían en ninguna tienda, pero no se vayan a pensar que no compré. Síiiiii, compré, compré. Un pintauñas ideal y un juego de ordenador.
DESGRACIAS COTIDIANAS (II)
No se piensen que vengo aquí a hablar de mis artes para seducir. Si hubiera ido a una academia de seductores me hubieran expulsado nada más verme: no sé seducir. Ustedes se preguntarán cómo demonios me he casado. Pues yo tampoco sé muy bien qué pasó. Me tiraba las noches de botellón hablando con el hombre de mis sueños de religión, política y pesca, y encima éramos de opiniones encontradas. Hasta que un día me harté de tanta tertulia y le pedí rollo. Curiosamente, aceptó. En fin, que han pasado dieciséis años y me sigo preguntando por qué me dijo que sí.Y eso me lleva a reflexionar sobre el oscuro arte de seducir, porque servidora no tiene ni idea de cómo se hace. Verán, yo lo achaco un poco a que, como buena sorda, soy muy literal, y las conversaciones sinuosas, siblinas y soterradas no las entiendo; y como leo mucho, sé que las conversaciones seductoras tienen más mensajes subliminales que una maratón de anuncios. Pero yo me lío en una conversación profunda y al final acabo defendiendo el punto de vista contrario al que tenía cuando empecé. Por eso no valgo para dedicarme a la política, soy demasiado directa. Imagínense que llego a la presidencia del Gobierno (no lo quiera Zeus): les aseguro que con mi escasa mano izquierda y mi poco tacto, todos los españoles acabarían por venerar a Rajoy y por sustituir los carteles del Che Guevara por los de nuestro presidente de la barba vellida, cual héroe épico salido de la pluma de Homero. Sería una presidenta malísima, bocazas y metepatas; llevaría a España a un montón de conflictos diplomáticos y puede que hasta a una guerra. No tengo tacto ninguno, por eso prefiero ir calladita por la vida, para no liarla demasiado, que me conozco.
En fin, que me voy a morir sin haber traspasado ese tupido velo. No es que ya me importe mucho, pero es que mi curiosidad es inmensa y siempre me va a quedar ese prurito.Hasta otra.
DESGRACIAS COTIDIANAS (I)
Hace dos sábados, me peiné y me atusé bien con la plancha ese pelo levantisco que me amanece a diario y fui a hacerme la foto para el DNI. Llegué tan temprano que abrí la puerta del estudio antes de que llegara el fotógrafo.
- Quiero hacerme fotos para el carnet de identidad - pedí mientras caía en la cuenta de que se me había olvidado pasar por chapa y pintura.
Me hizo pasar muy amablemente a un cuartito blanco con un bonito paraguas y una silla Luis XVI y me indicó que me pusiera tras ella y me apoyara en el respaldo. Yo saqué mi mejor cara, es decir, ojos de pescadilla y sonrisa más falsa que la de Iscariote dando besitos. Y tensa. Porque cuando me apuntan con un objetivo, me pongo muy nerviosa, estoy convencida de que las fotos me roban el alma. Y la memoria, que cada vez tengo menos y el año pasado olvidé mi aniversario de boda.
- Ayyyyy - me dijo el fotógrafo -, me acabo de acordar, tienes que quitarte el flequillo.
- ¡Ah, nononononono, de eso nada, llevo flequillo desde mi mayoría de edad y tengo ya cuarenta y cuatro años! Y además, sin él estoy muy fea.
- Es que no te van a admitir la foto, tiene que ser con la cara despejada. Ahí tienes un espejo, arréglate el flequillo y échatelo hacia atrás.
Maldije al ministro del Interior y a todas sus pompas y obras; me aparté como pude mi marquesina y volví a ponerme tras el trono del rey francés.
El pobre fotógrafo me hizo como quince fotografías. Como tengo superpoderes (tengo dos: el don de la profecía, vaticino certeramente cuántos de mis jóvenes padawan van a suspender la evaluación, y el de leer los pensamientos ajenos), vi claramente en la mente del buen señor la siguiente frase: "No hay modo; a ver cómo consigo que no parezca demasiado un sapo con gafas". Yo agradecí el empeño y el buen hacer de este hombre; hacía que mirase hacia la izquierda, hacia arriba, ahora un poco hacia tu derecha, baja un poco la barbilla, mira al objetivo, no aprietes la boca, no frunzas el ceño, no hagas como Marujita Díaz con los ojos...Pero es que me pongo muy tensa. Al final eligió una después de agotar la memoria de la tarjeta (36 teras).
-¿Quieres una foto de cartera para tu marido?
-¡Ni mijita! ¿Para qué quiere mi marido la foto de un sapo?
miércoles, octubre 26, 2011
Hace tiempo que no pongo enigmas
- Aunque parezca pariente de Joaquín Sabina, no lo es.
- Los restos de su ciudad natal se encuentran en Rieti.
- Oganizó algunos gremios profesionales. Pero él no era de ninguno de ellos.
- También le dio por los calendarios.
- Está relacionado con un personaje de dos caras.
- Se paseaba por las noches por ahí, con una chica que le daba clases de teología.
domingo, diciembre 26, 2010
domingo, diciembre 19, 2010
Nombres "modennos"
Hacía mucho tiempo que quería hablar de esto y hoy, que estoy de vagancia, decido ponerme manos a la obra. No hay cosa que más por saco me dé que oír los nombres espantosos que los papás y las mamás “modernos” ponen a sus hijos pensando que gracias a ellos serán más guapos, ricos y famosos, o yo qué sé qué les pasa por la cabeza cuando meditan nombres durante nueve meses. Por supuesto, mientras escribo, ando documentándome, aunque en mi escala personal, la palma se la lleva una pobre víctima de cinco añitos que responde al rebuzno de Náyade Ángela. Imagino a su madre pensando que con tal nombre, su hija conseguirá triunfar en la vida, triunfo que ella visualiza como heroína de novela rosa que en la portada sale desvanecida en brazos de un manojo de músculos de falda escocesa y rubias guedejas. Tal que así (como dicen en el sitio donde trabajo):
(Madre mía, el galán usa más miriñaque que nuestra heroína desvanecida)
Luego están los nombrecitos como Jennifer, Jessica (o sus variantes canis “Yeni” y “Yesi”), Kevin, Braian (sic), Izan (sic de nuevo, que atestiguo, porque en el instituto hay uno y tuve que preguntar el sexo del interfecto), Chenoa (¡gensanta!), Demelza (ya en desuso, las canis no vieron “Poldark”), etcétera, que me pongo a largar y no paro. Desde luego que poner estos nombres me parece una muestra de la intensa vida cultural de esos padres, que tragan amarillismo, grandes hermanos y ponzoñas varias y luego sus hijos resultan ser las víctimas de sus anhelos frustrados de ser románticos, famosoides y/o extranjeros. Dios quiera que esos niños no lleguen nunca a recibir un Nobel, porque se me caería la cara de vergüenza patria ver en los medios que Brayan Pérez o Yesika García recoge en Estocolmo blablabla.
Otra categoría es la de no salir de la Península, pero sí del castellano. Son los padres que ponen nombres vascos a los nenes sin ser ellos de allí. Siento un profundo respeto por la cultura vasca, ya lo he reflejado alguna vez por aquí, pero considero que resulta extraño ver un Eneko oriundo de Puebla de Sáncho Pérez o una Agurtzane de Peñacaballera. Y recuerdo que hace unos años, cuando todavía había que hacer la mili, le llegó a una chica llamada Nagore una notificación de Defensa abroncándola por no haberse incorporado a filas. Se ve que ese nombre no lo sintieron como femenino, ya que en castellano no hay nada que lo indique y coligieron que la tal Nagore era un varón de pelo en pecho o a punto de echarlo durante su servicio militar. Me gustan esos nombres, pero ya digo que se corre un cierto riesgo de confusión. Cuidadín.
Desde luego que no estoy defendiendo los nombres de toda la vida como Anastasio, Pancracia, Josefa o Eutiquio, ésos son muy feos, pese a que su traducción sea bonita. Que lo sé yo, que para eso he estado estudiando lenguas clásicas toda mi vida. Pero los asociamos a gente mayor y de pueblo si puede ser, y no gustan, claro que no. Mi nombre, sin ir más lejos, entra en esa categoría. Queda genial: “La tía Eulalia la sorda”. Yo soy ésa, me llamo así, soy deficiente auditiva y soy tía (de unos sobrinos guapísimos, por cierto).
Pero hay otros nombres en castellano muy bonitos, muy de toda la vida, y como este blog es mío y escribo lo que me da la gana, pues los defiendo aquí: Pilar, Isabel, Juan, Antonio, Rodrigo, Diego, Martín, Ana, Aurora, Miguel, María, Carlos… cada uno con su origen diferente, pero perfectamente castellanizados y muy elegantes, a mi parecer. También me gustan las advocaciones marianas, no todas, Coromoto o Sopetraño no me gustan nada, ni tampoco soy muy devota, pero hay muchas que me parecen bonitas: Mª del Valle, Guadalupe, Montaña, Mª del Mar…
En fin, puede que sea muy clásica, o muy arcaica, según las opiniones de mis posibles lectores, si es que después de este parón queda alguno. Y en realidad, me da igual, opinad lo que queráis, esto es lo que pienso yo. Y punto.